viernes, 12 de abril de 2013
19 DE NOVIEMBRE: DÍA MUNDIAL DE PREVENCIÓN DEL ABUSO INFANTIL
Sigmund Freud define el trauma como un “Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica”.
Según J. Lewis Herman los síntomas del estrés post-traumático pueden incluirse en tres categorías:
1) Estado de alerta permanente, como si el peligro pudiese retornar en cualquier
momento, con trastornos del sueño e irritabilidad;
2) Intrusión, o sea, el momento del trauma es revivido reiteradamente e invade la vida cotidiana, los pensamientos y los sueños
3) Constricción,es decir, una persona puede entrar en estado de rendición, de derrota, con sensaciones de aletargamiento e incapacidad para sentir y para actuar, con cesión de la iniciativa y el juicio crítico; hay indiferencia, con retirada emocional y cambio, en el sentido del tiempo; puede haber dificultades para fantasear y para planificar el futuro.
Por eso es indispensable la palabra del niño o adolescente, y la escucha del analista, ver también lo que los pacientes transmiten a través de su cuerpo y lo que todavía no pueden decir, pero lo muestran en dibujos, armado de juegos, así nos permite ayudarlos a ir armando sus relatos.
Cuando hablo de escucharlos, me refiero no solo a la descripción del hecho traumático y tan doloroso, sino que puedan ir poniendo en palabras lo que sienten, sus afectos (afecto es lo que nos afecta, que puede ser o no placenteros, en este caso hablamos de las vivencias que los afectaron desde el dolor desgarrador y el desamparo), que quedaron como "guardadas" como partes muertas dentro de sí mismos. "Guardadas": no hablo de reprimidas desde lo inconsciente, sino que se recuerdan y se anulan por momentos, por el dolor enorme que provocan.
Así en un complejo camino, puedan sentir que son comprendidos, "mirados" no solo con los ojos sino que son tomados en cuenta, y eso acallado que duele, pueda ir siendo incorporado y pueda ser metabolizado, tramitado psíquicamente.
En este camino o distintos caminos que vamos pudiendo armar entre el analista y los pacientes, es justamente acompañarlos y atravesar arduamente el dolor; así aquello que quedó guardado en un profundo silencio, en una herida abierta, pueda ser recuperada, reparada y trabajar juntos, apuntar a defender preventivamente y construir caminos de salud, para defender la vida.
Que pueda rearmar esas vivencias, volver a armar la historia padecida y silenciada, que ahora tiene lugar para ponerle palabras, que en análisis fueron de a poco metabolizadas,con el relato de lo que los afectó y los sigue afectando desde lo silenciado.
Este trabajo de análisis nos da la posibilidad que vayan armando un sostén, donde quedó ese contenido muerto y pueda ir cicatrizando.
En muchos casos vemos que hay ,en estos niños o adolescentes, un retraimiento en relación al mundo exterior, que les resulta amenazante, como si corrieran nuevamente riesgo de perder la vida. Por lo tanto no pueden salir al mundo en forma adecuada, o sea el mundo no es investido o presenta dificultades inhibitorias.
Uno de los objetivos es que pueda salir desde la pulsión de vida, rearmarla. Abrir esa coraza de silencio y retraimiento.
De a poco se irá logrando una transferencia positiva, la confianza que se va construyendo con su analista, donde está siendo escuchado, en un lugar cuidado, que se sientan valiosos y seguros, y habrá que volver a esas escenas traumáticas, terroríficas, para ir simbolizando, comprendiendo e ir armando nuevos lazos con ellos mismos y con el contexto.
En todo ese recorrido estará el analista para sostenerlos y acompañarlos, trabajando junto con la familia, para que allí se vivencie lo mismo.
Lic. Viviana Madroñal
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